El director Isaac Ezban platicó sobre su más reciente filme de horror Párvulos: hijos del apocalipsis que estrena en cines el 7 de noviembre
En Párvulos: hijos del apocalipsis, en un mundo sumido en el caos, tres hermanos se ven atrapados en una lucha desesperada por la supervivencia. Cuando el apocalipsis estalla dejando hambrientas hordas de infectados y desata la furia de las Trompetas, una secta de humanos despiadados, los lazos familiares se ponen a prueba. Juntos, deberán enfrentarse a horrores inimaginables y decisiones desgarradoras para proteger lo que más aman: su familia. Platicamos con el director Isaac Ezban sobre la realización.
¿Cómo concebiste esta historia?
Es un gran viaje, la verdad empieza hace mucho tiempo cuando yo veo una película que me voló la cabeza por completo desde el 2014, sobre estos niños que no sabían por qué estaban ahí, yo quería hacer una película sobre eso y al mismo tiempo siempre me han encantado las películas de coming of age, de niños que comienzan siéndolo y terminan siendo adultos, al estilo de Stephen King, de Spielberg, incluso como El Laberinto del Fauno por ejemplo. Esto lo tomé con este deseo que siempre tengo de tomar algo que ya existe y poderlo cambiar o convertir, y en este caso con el cine de infectados creo que es algo que hemos visto cientos de películas al respecto pero que nunca se tratan de lo que para mí es lo más importante: ¿qué es lo que haríamos si se infecta un ser querido tuyo? ¿lo cuidarías, lo guardarías? y quería hacer una película sobre eso, decidí combinar eso también, el hecho de poner a niños en situaciones que incluso son peligrosas para adultos y de ahí viene un poco la idea.
¿Cómo fue el trabajo con los niños actores?
La dinámica de trabajar con ellos, la verdad es que fue muy bien porque creo fue desde el casting, el escoger niños que funcionen en el proyecto y creo que en ese sentido hay que fijarse en su disciplina, hay que fijarse en su memoria, en su concentración, en su capacidad de reacción, de crear emociones; en los papás, ver qué tal reaccionan y ahí encontramos tres niños y no es solamente que sean niños sino que tienen muchos retos, tienen que disparar, hay peleas, hay emociones fuertes, en ocasiones remotas pero también fue el darle el confort de que todo estaba bajo control, había coreografías para las peleas, tener un coach infantil en el set como lo fue Ana Carrillo, que trabaje con ella en Mal de ojo, es una gran acting coach que de cierta forma ayudó mucho a que estos niños, ya que por ejemplo yo me tenía que enfocar en todo y ella solamente se enfocaba en los niños, llevarlos a donde tenía que llevarlos emocionalmente.
¿Cómo fue la decisión de la fotografía, de los tonos más oscuros, ausencia de color, cómo surgieron esas ideas estéticas?
Vino un poco detrás de como el color puede apoyar la historia, de cómo poder usar los recursos que tengo como director en la filmación y también en la postproducción. Quería plantear esta idea de un mundo sin esperanza, un mundo sin alegría y por ende un mundo sin color, eso fue lo que quería hacer, un mundo que no tuviera color, que no es lo mismo que sea blanco y negro, un mundo sin colores, que el color está deslavado, porque hay esperanza pero muy pequeña, oculta, y la esperanza está en el pasado y es por eso que por ejemplo: la televisión, el libro de cuentos que leen, las fotos, todo eso tiene color completamente, porque es donde está la esperanza, en el pasado, y es un poco lo que queríamos decir.
¿En qué momento llega la idea de traer este universo para que la película arma de un mundo en ruinas ya asumido en la oscuridad?
Viene de esta idea de que yo siento que a veces me gusta alejarme de lo ya establecido, alejarme del cliché, y a veces me gusta abrazar el cliché cuando me funciona. Claro, depende lo que me convenga y en el caso de las trompetas funciona muy bien esta idea de que en una película distópica siempre en el tercer acto descubrimos que el verdadero peligro justamente no son los infectados o los zombies o los monstruos o lo que sea que está causando la distopia, sino los otros humanos, no los infectados. Ese es el verdadero peligro, los otros humanos en este mundo de anarquía donde no hay reglas, donde se crean cultos, entonces quería que mi película se volviera en una buena película distópica mostrando que el peligro no está en los humanos infectados e incluso los infectados terminaban siendo casi casi héroes.
¿Cuáles han sido los retos y el cambio de paradigma para hacer películas de horror en México?
Yo siento que cada vez hay más oportunidades para hacer horror, siento que por una parte se está haciendo más cine de todo tipo, como que el cine mexicano sigue muy enfocado sí un poco en estas dos vertientes: del drama de tintes sociales realistas y las comedias románticas; pero creo que cada vez estamos abriendo la brecha con otros cineastas de hacer un cine que tenga películas de todo tipo, de ciencia ficción, de thriller y siento que al mexicano le gusta mucho el terror, siento que somos un grupo de gente o una sociedad y no solamente México, en Latinoamérica en general pero particularmente en México, que nos gusta mucho explicar todo con mitos, con leyendas, con estas iconografías, el culto a la muerte, el día de los muertos, entonces creo que con todo eso siento que por eso el terror gusta en México. Yo siempre abogo porque se hagan películas de horror con mitología mexicana, siento que tenemos tantas leyendas historias en México que hay mucha tela de donde cortar, y creo que es un muy buen momento en México para hacer cine de horror.
¿Te gustaria agregar algo más?
Invitar al público a que no se pierda Párvulos: hijos del apocalipsis este 7 de noviembre en cines, es una película de horror que los va a asustar pero también los va a entretener y conmover y los esperamos pronto en las salas de cine.
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