La habitación de al lado, basada en la novela de Sigrid Núñez, la cinta de Almodóvar muestra una amistad profunda y conmovedora
Pedro Almodóvar se ha ganado a pulso su lugar en el cine mostrando personajes complejos en situaciones inesperadas, ahora lleva la fuerza de sus historias completamente al inglés con La habitación de al lado, una adaptación de la novela ¿Cuál es tu tormento? de la norteamericana Sigrid Núñez, con Tilda Swinton y Julianne Moore encabezando el elenco.
La historia nos muestra a Ingrid (Moore) una famosa escritora con un marcado terror a la muerte quien retoma el contacto con Martha (Swinton) reportera de guerra y antigua colega suya cuando se entera de que su amiga tiene cáncer en una etapa muy avanzada. Consciente de su pronóstico, Martha le pide a Ingrid que la acompañe durante una temporada antes de tomar su decisión final.
Esta cinta fue la ganadora del León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia del 2024 y ya tiene una nominación a los Globos de Oro 2025 para Tilda Swinton como Mejor actriz principal. En primer lugar, podríamos hablar de la narrativa, parecida en cierto modo a Perfect Days o El Tiempo que Tenemos con escenas aparentemente cotidianas que van entretejiendo la historia. Su carácter eminentemente literario se muestra a lo largo de la cinta a través de los diálogos, el tratamiento e incluso las reiteraciones a Los Muertos de Joyce, que va adquiriendo distintos matices cada vez.
Definitivamente Swinton lleva la mayor parte de la carga emocional de esta cinta, mostrando a un personaje tan afligido como resistente que deambula entre el estoicismo y la desesperación absoluta. Nos muestra un escenario donde no sólo se reflexiona sobre la dignidad en la muerte, sino también sobre la vida y la perspectiva que esta puede adquirir de cara a su final. Pero, sobre todo, nos habla de la conexión entre las personas a veces problemática y en otras significativa. Sin duda es una película que logra sacudir fibras delicadas.
Otro de los grandes tinos de Almodóvar está en la forma, con la fotografía de Eduard Grau donde vemos paletas de colores con una alta saturación y contrastes interesantes que hacen que las escenas se sientan tan vividas como surreales, sin mencionar la edición y los simbolismos que van adquiriendo los pequeños detalles, como una puerta o un camisón de noche, hay una maestría en convertir lo mundano en poesía. Todo ello, acompañado por la música de Alberto Iglesias, colaborador de Almodóvar desde hace ya tiempo que le da un toque etéreo a la cinta.
En líneas generales, se trata de una película sumamente estética, quizás arriesgándose un tanto a la romantización, pero con un lado de comedia negra y existencialismo que permite navegar por temas duros desde una perspectiva distinta. Una cinta que de alguna manera, también puede volverse un remedio para el duelo en el que todos los ingredientes están muy bien balanceados para darle exacto el toque esperado de Almodóvar.
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