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No me sigas, la primera producción mexicana de Blumhouse llega a cines

  • Foto del escritor: DroideTV
    DroideTV
  • hace 1 hora
  • 2 Min. de lectura

No me sigas: las redes sociales, el aislamiento y la locura son parte fundamental de esta historia.


No me sigas

Si eres fanático del terror, seguramente habrás escuchado de Blumhouse por películas como La Cabaña del Terror, El Teléfono Negro, La Purga, entre otros grandes éxitos. Este fin de semana se estrena No me sigas, la primera cinta original en español de esta productora, bajo la dirección de Ximena García Lecuona y Eduardo García, con el guion de la propia García.


La historia sigue a Carla (Karla Coronado) una joven desesperada por convertirse en influencer y conseguir su propia placa, por lo que decide arriesgarse y con ayuda de Andres (Yankel Stevan) se muda a un complejo conocido los extraños accidentes que lo han marcado a fin de grabar contenido sobrenatural junto a su amiga Sam (Julia Maqueo). Conforme ocurren más fenómenos inexplicables, sus números empiezan a subir, pero la línea entre la realidad y la ficción se vuelve cada vez más confusa.


La música está a cargo de Craig Davis, quien hace una buena mezcla entre un sonido moderno y pegadizo con algunas piezas que acompañan momentos tensos. Por su parte, Selene Berazueta se encargó de la fotografía, un elemento importante para generar una ambientación oscura que refleja el aislamiento de la protagonista y nos prepara para los distintos fenómenos que experimenta a lo largo de la historia.


Una de las principales fortalezas de la cinta es que sabe actualizar el tópico de las casas embrujadas y adaptarla a un contexto nacional. Si bien la evolución de la historia cuenta con varios elementos típicos de este estilo, hay cierta novedad al mezclarlo con las redes sociales, las aspiraciones de la protagonista y un espacio más comunitario como lo es un complejo de departamentos. Todos estos elementos se combinan para darle una mayor dimensión a la protagonista y su búsqueda de reconocimiento.



La cinta dura 80 minutos, por ello una de sus mayores fortalezas es su ritmo: todo el tiempo está ocurriendo algo y en más de una ocasión va dejando detalles que cobran sentido en la conclusión. No obstante, cuenta con dos vueltas de tuerca tan cerca la una de la otra que puede llegar a sentirse como si se volcara de dirección y algunos detalles finales aparecen de manera abrupta. No obstante, creo que es una resolución interesante que a su manera complementa los temas que explora la cinta y retoma algunos de los diálogos que podrían pasar casi desapercibidos.


Otro punto a su favor es el uso de las cámaras y contenido a modo de found footage con un toque actualizado. Hay varias ocasiones en las que se juega con la delgada línea entre lo público y lo privado, en qué momento se está a cámara y qué es lo que en verdad ocurre detrás de cámaras. En general, se trata de una cinta que tiene bien aterrizada su premisa y trata de aprovecharla lo más que puede para contar una historia donde el terror no es sólo ante lo desconocido, sino también al rechazo social. Un ejemplo corto pero efectivo sobre la actualización de un género más que conocido.

Andrea Rodriguez

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