Inspirada en la historia real del padre Gabriel Amorth, el filme llega exclusivamente a cines el 6 de abril.
Inspirada en los archivos reales del Padre Gabriele Amorth, Exorcista en Jefe del Vaticano, El Exorcista del Papa cuenta la historia de Amorth (interpretado por el ganador de un Premio de la Academia, Russell Crowe), quien pone en marcha una investigación en torno a la terrorífica posesión de un niño y termina develando una longeva conspiración que, con desesperación, el mismísimo Vaticano ha intentado ocultar por todos los medios.
Gabriele Amorth nació en el pueblo de Modena, al norte de Italia, en 1925. El hijo más joven de un abogado, desde temprana edad sintió el llamado de la religión. Pero el destino le tenía reservados otros planes. “Su vida fue siempre interesante”, dice Crowe. “A los diecisiete fue a Roma para conversar con una autoridad acerca de la posibilidad de convertirse en sacerdote. La respuesta fue: ‘Mira, tienes apenas diecisiete. Deberías vivir un poco más antes de seguir tu llamado”.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Amorth fue reclutado por el ejército italiano, pero al poco tiempo cambió de bando y se convirtió en partisano en la lucha contra el fascismo y los nazis. “Eso al parecer era muy típico de su carácter”, dice el
productor Doug Belgard.
“Cuestionaba a la autoridad, cuestionaba las instituciones y solía luchar por aquello en lo que creía”. Crowe prosigue: “Terminó luchando contra los fascistas. Tras la experiencia en la guerra decidió estudiar leyes”.
Amorth se desempeñó brevemente como diputado para Giulio Andreotti, más adelante primer ministro de Italia, en el ala juvenil del Partido Democrático Cristiano, un partido católico y centrista. “Pero ese llamado le perseguía”, dice Crowe. En 1951, Amorth se ordenó como sacerdote. “Cuando regresó a Roma, como una persona madura y experimentada, se le recibió con los brazos abiertos. Experiencias como las suyas mejoran las cosas cuando eres un sacerdote que intenta ser consejero de la comunidad. Sus colegas se sintieron a gusto con la profundidad de su fe y su compromiso con la Iglesia”.
En 1986, Roma lo nombró asistente del padre Cándido Amantini, por ese entonces el Exorcista en Jefe del Vaticano. Cuatro años después, Amorth estableció la Asociación Internacional de Exorcistas, y, en 1992, tras la muerte de Amantini, Amorth pasó de ser aprendiz a Exorcista en Jefe.
“Gabriele Amorth poseía una pureza de fe que le confería un cierto nivel de valentía para la realización de su trabajo”, asegura Crowe. “Se trataba de una tarea realmente oscura- tienes que atender a gente que sufre profundamente. La mayoría requería de ayuda psicológica- el 98 por ciento de sus casos los refirió a profesionales de la medicina. Sólo algunos casos los consideró auténticas posesiones demoníacas. Pero esto quiere decir que cuando topaba con un asunto inexplicable, Amorth lo detectaba enseguida”.
El sacerdote condujo estos rituales implementando las herramientas propias de su oficio: crucifijos, agua bendita y aceite consagrado, un libro de plegarias, una estola púrpura que enrollaba alrededor del cuello de la persona afligida. A pesar de estas oscuras ocurrencias, Amorth preservó su ligereza y buena disposición de ánimo. Comenzaba sus rituales burlándose del diablo. Decía chistes: “¿Sabes por qué el diablo huye cuando me ve? ¡Porque soy más feo que él!” Según Crowe, la explicación del sacerdote era que “al diablo no le gustan las bromas”.
El Padre Gabriele Amorth murió en 2016 a los noventaiún años de edad, lo que incentivó un luto nacional en Italia. Su leyenda sigue viva, dice Doug Belgrad. “El Padre Amorth fue un inconoclasta, un pensador independiente y un alma muy valiente, que pasó toda su vida brindando ayuda a los afligidos”.
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