El filme muestra uno de los episodios más terribles en la historia de Estados Unidos
El 16 de febrero llega a las salas mexicanas Till: Justicia para mi hijo un drama biográfico dirigido por Chinonye Chukwu (Clemency) que se basa en el caso de Emmett Till (Jalyn Hall) un chico afromericano de 14 años que en 1955 fue sustraído de la casa de sus parientes y fue torturado y asesinado por supuestamente coquetearle a Carolyn Bryant (Haley Bennett) una mujer blanca en Money, Mississippi.
La cinta se enfoca en la búsqueda de justicia por parte de la madre de Emmett, Mamie Till-Mobley (Danielle Deadwyler) quien se convertiría en activista y educadora después del juicio. La película nos lleva a una época donde la segregación todavía era un asunto marcado, y si bien Emmett y su madre vivían tranquilamente en Chicago, había zonas donde la convivencia era tremendamente dificil, como el sur de Estados Unidos.
Uno de los grandes aciertos de esta producción es que maneja el caso con mucho respeto hacia los implicados, evitando la revictimización. Aquí los detalles escabrosos no se utilizan para causar shock value, se cuida mucho la manera en la que se presenta el crimen, únicamente vemos la intensidad de este en los momentos que (en la vida real) la propia Mamie decidió que era importante que el país y el mundo vieran lo que el racismo le había hecho a su hijo.
La historia nos muestra a los personajes desde una mirada muy humana, con defectos, sueños, aspiraciones e intereses que hacen que se sientan cercanos, que el público pueda identificarse con el lazo madre-hijo. Deadwyler hace un excelente trabajo mostrando las diferentes facetas por las que tuvo que atravesar Mamie, desde el momento en que se separó de su hijo, hasta que se volvió activista, pasando por todo el dolor y la frustración en medio de ello.
También hay una importante noción del contexto social y político que se vivía en aquel momento, mostrando a su vez la participación de la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de Personas de Color) para que el caso fuera a juicio en un estado donde acusar a hombres blancos parecía prácticamente imposible. Esta no es del tipo de historias inspiradoras que terminan con una resolución satisfactoria, pero sí una que muestra la perseverancia y la fuerza de aquellos que luchan por hacer de este un mundo más justo, incluso cuando el sistema parece estar en su contra.
Si bien la película se sitúa de manera orgánica en su contexto sin dar más explicaciones de las implícitas, resulta fácil seguir los hechos y comprender los diferentes contrapesos ideológicos que influyen a lo largo del proceso previo al juicio y dentro del mismo. Esta es una producción que va más de lleno sobre los distintos factores que influyen en la justicia, incluyendo a los medios de comunicación, por lo que en cierto momento el ritmo se ve afectado, pero no deja de ser una perspectiva sustanciosa.
A pesar de que el caso de Emmett Till ocurrió hace más de un lustro, el racismo del que fue víctima sigue siendo vigente en Estados Unidos, como lo demostró el caso de George Floyd; incluso vale la pena mencionar que la Ley contra los linchamientos de Emmett Till se aprobó apenas el año pasado, tras cerca de 200 intentos fallidos. Así pues, esta película rescata un momento en la historia de Estados Unidos que marcó a toda una generación de activistas. Ahora queda por ver la manera en la que será recibida por otros países, así como las nuevas generaciones.
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