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Guillermo del Toro platica sobre la creación de "La Forma del Agua"



“El agua adquiere la forma de lo que sea que la esté sujetando en ese momento, y aunque el agua puede ser muy gentil, es también la fuerza más poderosa y maleable del universo. Así es también el amor, ¿no? Sin importar la forma en la que coloquemos al amor, se convierte en eso, ya sea un hombre, una mujer o una criatura”.

--Guillermo del Toro en LA FORMA DEL AGUA

En el punto más álgido de la Guerra Fría, en un laboratorio secreto del gobierno de los Estados Unidos, emerge una proeza de la imaginación, una que deslumbra desde un punto de vista visual y es de emociones audaces. El genio de la narración Guillermo del Toro conjura un hechizo místico en LA FORMA DEL AGUA, donde mezcla la tragedia y las emociones de las películas de monstruos clásicas con la opacidad del film noir, y después las incorpora al calor de una historia de amor sin igual para explorar las fantasías con las que todos coqueteamos, los misterios que no podemos controlar y las monstruosidades que debemos enfrentar.

Del Toro inicia su narración muy profunda bajo el agua. A partir de ahí, toda la película se convierte en un acto de inmersión sin respiración, una vez que mete de lleno a las audiencias a un mundo de la década de los ’60 lleno de cosas que reconocemos —el poder, la ira, la intolerancia; así como la soledad, la determinación y las conexiones repentinas y emocionantes— y una criatura extraordinaria que no. Un “recurso” biológico inexplicable del gobierno de los Estados Unidos, una mujer de limpieza muda, sus mejores y encantadores amigos, espías soviéticos y un robo audaz, todos fluyen hacia un romance singular que se intensifica más allá de toda frontera.

Este ser anfibio envuelto en misterio no sólo ha sido extraído de las profundidades oscuras y acuosas, sino que también parece tener los atributos adaptables básicos del agua —adopta el perfil psíquico de cada humano que encuentra, y refleja de regreso tanto agresividad como un amor insondable. Dentro de la narrativa de del Toro, los temas del bien y el mal, la inocencia y la amenaza, lo histórico y lo eterno, la belleza y la monstruosidad, se entretejen para entrar y salir uno del otro, y revelar que ninguna oscuridad podrá derrotar totalmente a la luz. Del Toro resume: “Me gusta hacer películas que sean liberadoras, que digan que está bien ser quien sea que seas, y parece que en estos tiempos esto resulta ser muy apropiado”. También fue de suma importancia que hubiera un ensamble de actores extraordinario.

Para del Toro, la pasión por perturbar y encantar a las audiencias de manera simultánea se remonta a tiempos remotos. De niño se alimentó de los misterios infinitos de las historias de fantasmas, las películas de monstruos y las fábulas, que estimularon la vida fantástica muy creativa que coexistía en su interior. Cuando comenzó a escribir y dirigir películas, todas esas influencias se entrelazaron a un estilo visual visceral y expresivo, todo suyo, uno que parecía apelar de manera directa a la psique humana.


Explorar la idea del amor y sus barreras, internas y externas, era de suma importancia para del Toro. “Quería crear una historia bella y elegante acerca de la esperanza y la redención, como un antídoto ante el cinismo de nuestros tiempos. Quería que esta historia cobrara la forma de un cuento de hadas, en cuanto a que tienes un ser humano humilde que se topa con algo más grande y trascendental que cualquier cosa en su vida. Y después me pareció que sería una gran idea yuxtaponer ese amor contra algo tan banal y malvado como el odio entre naciones, que es la Guerra Fría, y el odio entre la gente debido a la raza, el color, la capacidad o el género”.

El hecho de que los dos protagonistas de la película no hablan, al menos no de manera convencional, sólo intensifica la historia de amor al eliminar la comunicación inadecuada que con frecuencia se interpone entre humanos.

Para el periodo de la historia, del Toro eligió a propósito una época estadounidense en la que miedos épicos imperaban: 1962, una vez que la ansiedad de la guerra nuclear con la Unión Soviética estaba alcanzando un punto álgido, y justo antes de que el Camelot idealista y enfocado en el futuro del presidente Kennedy le diera paso a la desilusión, la paranoia creciente y la agitación social.

La época es una que en ocasiones ha sido ensalzada, indica del Toro, sin recordar sus injusticias y el temor anquilosante de las diferencias humanas. “Para mí, esta es un periodo en el que Estados Unidos se detuvo —es una época de racismo, de desigualdad, de gente pensando en una guerra nuclear inminente. En unos cuantos meses, Kennedy sería asesinado. Así que, en cierto modo, es una época horrible para el amor”, comenta, “pero, aún así, el amor sucede”.

Los deseos futuristas de la década de los ’60 en los Estados Unidos se enfrentan a una criatura prehistórica, lo que hace recordar las palabras de Rilke, “cuando algo del pasado regresa como si hubiera venido del futuro”. Del Toro acota: “Lo que me interesó es que 1962 es una época en la que todos estaban enfocados en el futuro, mientras que la criatura es una forma antigua de un pasado remoto. La gente está obsesionada con lo nuevo, las tonadas publicitarias, la luna, la ropa moderna y la televisión. Y, en el ínter, aquí tienes a esta fuerza antigua, una criatura enamorada, que surge entre ellos”.


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