El director Marc Forster va a lo seguro con una historia complaciente, donde los entrañables personajes animales se roban sin problema las escenas y el estilo visual entrega buenos momentos.
El niño que se embarcó en innumerables aventuras en el bosque de los Cien Acres con su banda de animales de peluche, ha crecido y… ha perdido el rumbo. Ahora les toca a sus amigos de la infancia aventurarse en nuestro mundo y ayudar a Christopher Robin a recordar al niño cariñoso y juguetón que aún tiene dentro.
La cinta nos lleva a la vida adulta de Christopher que encierra muchos de los elementos del personaje en estas historias, alguien a quien el trabajo le absorbe al grado de poner a la familia en segundo plano. Y es justamente el momento a punto del quiebre en la relación con su esposa cuando los hechos cambiarán su rumbo y le harán recapacitar. Es una premisa repetida en muchas otras películas y en esta ocasión el director decide no ahondar más allá, por lo que esa parte funciona segura y predecible. Sabemos que al final, el protagonista encontrará con ayuda de Pooh y los demás la manera de dar el giro indicado a su vida.
Entonces tenemos a los animales del bosque de los Cien Acres, para la acción viva en lugar de usar la animación por computadora decidieron convertirlos en un diseño a muñecos de peluche y es un acierto. Por una parte ese detalle permite que haya momentos graciosos en su visita en Londres.
Pero lo mejor es que las personalidades de cada uno permanecen casi intactas, incluso quizá un poco más detalladas. Eso es otro acierto porque encontramos sobretodo frases muy graciosas en la reacción de cada uno, empezando por Igor, cuyo pesimismo provoca risas frecuentes. Pooh sigue siendo el favorito pero el conjunto se roba la cinta y se lleva los mejores momentos de la película.
Robin queda reducido en gran parte a ese cliché del adulto que perdió la infancia y la recupera volviendo a lo más simple de la vida. Su relación con los animales se siente más entrañable en las escenas cuando niño que con la familia y el poco tiempo de interacción con su hija no permite el paso de la estafeta de manera más adecuada.
Aun así, la película nos ofrece un mensaje siempre necesario, poner una pausa para reflexionar sobre nuestra vida y valorar aquello que en ocasiones damos por sentado aun cuando se está siempre frente a nosotros. Y el trabajo visual es destacado, sobre todo en el bosque de los Cien Acres donde la calidez y tranquilidad se transmite eficazmente por los detalles en sus paisajes, ofreciendo secuencias muy gratas.
Es un filme que no llega a volverse tan entrañable como las versiones animadas, pero con la suficiente ternura y sobre todo humor de los personajes animales para hacerla placentera.
Calificación: 85 puntos
Por Luis
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