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Chernóbil: La película, una revisión rusa de los hechos

La película apuesta por el drama personal para retratar uno de los peores desastres ecológicos en el mundo

Actualmente encontrarás en cartelera Chernóbil: La película, un filme ruso dirigido por Danila Kozlovski, quien también interpreta al protagonista: Alexey Karpushin, un bombero de la central eléctrica a punto de trasladarse a Kiev para no volver a mirar a atrás que debe de tomar la decisión de seguir sus sueños o sumarse a los esfuerzos para evitar que el desastre escale hasta Kiev o incluso una buena porción de Europa.


Así, el largometraje decide enfocarse en un punto muy preciso del desastre, es decir, los esfuerzos para mitigar las consecuencias de la explosión, incluso cuando se tratara de misiones prácticamente suicidas. Así, Alexey atravesará por distintas etapas, desde su encuentro con Olga (Oksana Akínshina) una peluquera con la que tuvo un romance en el pasado, hasta que toma la decisión de formar parte de los esfuerzos para drenar el agua del reactor, primero por un interés personal y después como una especie de obligación para con sus conciudadanos.


El carácter de Alex es refrescante, ya que no se trata de un héroe clásico, sino de una persona con defectos y errores que no siempre llega a caer bien por su tendencia evasiva hacia varias circunstancias de su vida. Así, el momento en que decide volverse el héroe del día se siente como un conflicto más genuino entre sus intereses personales, sus esperanzas para recuperar a Olga y el llamado del deber que en ocasiones roza con cierta especie de orgullo nacional que podemos reconocer en otras producciones rusas.


La película en buena parte se siente como una respuesta no oficial a la serie de HBO del 2019 que causó gran revuelo y fue duramente criticada al interior de Rusia. Al tratarse de una serie popular, es difícil no caer en comparaciones, en las cuales el filme siempre estará en desventaja, pues se trata de obras diametralmente opuestas. La mini-serie dispone de cinco episodios para contar con lujo de detalles el desastre y los días (incluso meses) posteriores a este desde la perspectiva de científicos y directivos que explican todos los efectos de la radiación; por su parte, la película utiliza las dos horas y treinta y siete minutos que tiene para abordarlo todo desde los ciudadanos de a pie que tienen que actuar, muchas veces sin entender lo que sucede y cuando lo saben, los pronósticos no son los mejores.

Pero, la diferencia más controversial de todas es la manera en que el largometraje maneja las causas del accidente. Mientras la serie habla sobre las diferentes formas en que la verdad se puede tergiversar en un mundo donde las noticias falsas y la desinformación son un asunto serio e incluso se atreve a darle nombre y apellido a las manos detrás del accidente; en la película tenemos a Valera (Filipp Avdeyev) el único dentro del equipo que podría explicar algo respecto a lo que sucedió mirando fijo a Alex (y en consecuencia a nosotros) preguntando “¿acaso importa ahora?” como toda respuesta.


El filme cuenta con una excelente ambientación sonora, escenas de alta tensión que casi pertenecen a una película de suspenso y algunos montajes bien ejecutados. Más aún, vale la pena rescatar la dedicatoria a los liquidadores, todos aquellos héroes anónimos que sacrificaron su salud en aras de hacer el trabajo duro que era necesario realizar para sanar una herida que hasta ahora es un tema de discusión. No obstante, entre la postura tibia y el melodrama en el que cae la historia de amor, la película llega a sentirse más como un pariente lejano de Tlatelolco, verano del 68 que una respuesta rusa ante el furor de la serie norteamericana.




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