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La Monja II: el regreso del universo de los Expedientes Warren

La secuela aborda uno de los cabos sueltos que dejó su antecesora, envuelta en un aire de misterio.

La Monja II

Esta semana llegó a la cartelera La Monja II, la novena entrega dentro del universo cinematográfico de El Conjuro o Los Expedientes Warren. En esta ocasión, el temible demonio Valak regresa de la mano del director Michael Chaves y el guión de Ian Goldberg, Richard Naing y Akela Cooper (M3GAN, Maligno). Taissa Farmiga y Jonas Bloquet regresan a sus papeles de Irene y Maurice respectivamente, junto a un nuevo elenco, así como Bonnie Aarons en su icónico papel como el demonio antagonista.


La historia se desarrolla en 1956, cuando una serie de misteriosos asesinatos obligan a Irene (Farmiga) a dejar la vida pacífica del convento y junto a Debra (Storm Reid) averiguar quién está detrás de estas terribles muertes y con qué objetivo. Por su parte, los sucesos paranormales parecen seguir a Maurice (Bloquet) a su nuevo trabajo, amenazando a las personas que se acercan a él.


Uno de los aspectos más interesantes es el misterio que ofrece esta historia. Conocemos a los personajes, al demonio en cuestión y sabemos que tarde que temprano deben de enfrentarse así pues ¿qué más hay que contar? Aquí es donde el entramado alrededor de las misteriosas muertes reaviva el interés por la historia, mientras las piezas se acomodan en su respectivo lugar. Por otro lado, la misma historia tiene el potencial de presentar un conflicto interesante, pero termina por dejarlo a un lado, resolviéndolo apenas de manera superficial hacia el final de la historia.


Ciertamente, la película acarrea algunos problemas constantes en las historias de este universo, con jump scares que van entre lo predecible hasta lo absurdo, rozando en momentos con lo cómico. El ritmo comienza lento, trata de establecer un ambiente, aunque ciertamente ayuda a generar empatía con los personajes y su futuro, también choca con el último acto de la historia, donde la acción finalmente toma rumbo y llega el clímax de la historia. La resolución tiene un tanto de deux ex machina que no sé si resulta convincente, sin mencionar sus similitudes con la anterior cinta, aunque sin duda visualmente es de los momentos más interesantes de la cinta.



También hay otros elementos interesantes, que, si bien tienen menos relevancia, le dan un impulso a la película para seguir captando tu atención. En este caso, no solo tenemos una monja demoniaca, además, para redoblar las apuestas, la mayor parte de la tensión ocurre alrededor de niñas en un orfanatorio con sus propias leyendas. La cinta trae nuevos espectros que definitivamente se vuelven memorables y tienen momentos muy intensos.


Así pues, la cinta está en un término medio: una historia interesante con una ejecución mejor aterrizada que su antecesora, espectros memorables con su propia historia; pero también algunos lugares comunes, jump scares incómodos y una resolución un tanto abrupta. Los fanáticos del cine de terror lo disfrutarán y pasarán una buena experiencia, siempre que estén de acuerdo con ciertas convenciones. Para mayor emoción, recomiendo quedarse hasta el final de los créditos.


Andrea Rodriguez

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