Hugh Jackman le aportó por primera vez su cautivadora energía al mutante conocido como Wolverine en el ya remoto año 2000, en la película original X-Men, del director Bryan Singer, con la que dieron inicio los grandes éxitos taquilleros contemporáneos basados en los cómics.
Desde entonces, el aclamado actor australiano se ha metido a la piel del mutante más famoso del mundo en diez ocasiones (un récord) para la pantalla grande. Pero en esta ocasión, con LOGAN, WOLVERINE, Jackman tenía la oportunidad de crear algo muy especial, como un medio para poner fin a su antiguo alter ego en pantalla. “Queríamos algo que se sintiera muy distinto, muy fresco y, a final de cuentas, muy humano”, comenta Jackman, “porque me parece que la fuerza de los X-Men y la fuerza de Wolverine tiene que ver más con su humanidad que con sus superpoderes. Al explorar este personaje por última vez, quería llegar a la esencia de quién era ese humano, en vez de ver lo que ahora puedan hacer sus garras”.
Desde el principio, Jackman siempre tuvo un don para localizar la humanidad de Logan por debajo de su exterior hosco y muy dañado. Pero con esta actuación matizada y muy conmovedora, el actor cierra el ciclo del personaje —ese hombre solitario que muerde puros y es muy agresivo, ahora es un camarada leal dispuesto a sacrificar todo por aquello en lo que cree. Mangold dice que después de su experiencia en The Wolverine, el dúo no había planeado necesariamente volver a hacer mancuerna en otro proyecto que se centrara en Logan. “Hugh y yo estábamos inciertos si íbamos hacer otra de éstas”, comenta el director, quien trabajó por primera vez con Jackman en Kate & Leopold, en el 2001. “Si la íbamos a hacer, quería llevarla a un lugar de mi interés, algún lugar íntimo y original —una historia centrada en el personaje donde exploráramos los miedos y debilidades de estos personajes extraordinarios; una película que los hiciera más humanos, vaya”. De igual importancia para Mangold, quien desde hace mucho tiempo ha considerado a Logan como un descendiente espiritual de grandes héroes del western —como Outlaw Josey Wales, de Clint Eastwood, o Shane, de Alan Ladd—, era despojar a Wolverine de su invencibilidad para hacer al personaje más vulnerable, y, así, exponerlo más. “La idea de esta película era encontrarlo en un estado donde sus habilidades se ven disminuidas de manera extrema”, dice Mangold. “Su fuerza se ve degradada. Su propia salud y estado mental están deteriorados”.
Si bien LOGAN, WOLVERINE se lleva cabo más de 50 años después de los eventos representados en X-Men: Days of Future Past (2014), es sin lugar a dudas una historia por sí sola que funciona más como un viaje familiar íntimo —aunque esté lleno de escenas de acción de alto riesgo—, que como una aventura convencional de ciencia ficción impulsada por imágenes explosivas. “Queríamos despedirnos con un estruendo”, dice Mangold. “Pero la cosa es que —una vez que ciudades y planetas han sido destruidos— tienes que hacerte acreedor a ese ‘estruendo’ en lugar de tan sólo ser más estridente”. Cuando empieza el filme, Logan está en un estado vulnerable y frágil; la maldición de su inmortalidad está siendo una gran carga para él, una vez que cuida de un debilitado Charles Xavier (Patrick Stewart) en una fundidora derruida, que se encuentra a orillas de un campo petrolífero abandonado. Ahí, se les une un tercer mutante, Caliban (Stephen Merchant, co-creador de The Office), refugiado en la penumbra en una época cuando el mundo cree que los mutantes ya han desaparecido. Pero los días de Logan bebiendo en una soledad relativa se ven interrumpidos cuando pasa a ser el renuente ángel guardián de una niña, Laura (la actriz nueva Dafne Keen), quien, por extraño que parezca, tiene poderes muy parecidos a los suyos: de sus manos, así como de sus pies, le brotan las mismas garras de adamantio que Wolverine. Tampoco es que esté muy emocionado por aceptar su recién encontrada responsabilidad —está demasiado cansado para interpretar al héroe una vez más.
“No quiere ayudar. En lo absoluto”, comenta Jackman. “No quiere tener nada que ver con eso. Ya tiene mucho tiempo que pasó por esa etapa en su vida en la que reaccionaba ante las peticiones y llantos de la gente que buscaba su ayuda. En esencia, ha llegado a la conclusión que cuando ayuda, por lo general, las cosas terminan peor. La gente que estima termina siendo lastimada; si se apega demasiado, o hace un gran esfuerzo, termina en dolor, pérdida y destrucción”. “Es una película acerca de la familia”, comenta Mangold. “Es una película acerca de la lealtad y el amor, y, en específico, de un personaje, Logan, quien ha estado evitando de manera empecinada intimar a lo largo de su prolongada vida, pero que aquí lo hace finalmente”. “Hubo un momento en el que acepté el hecho de que esta iba a ser mi última película”, dice Jackman. “Amó este personaje, y ha sido maravilloso conmigo. Te mentiría si te dijera que hubiera estado todo bien si no hubiera sentido que dejamos todo sobre la mesa. Y me refiero a todo. Todos los días, cada escena, era una especie de batalla para obtener lo mejor de ese personaje, para obtener lo mejor de mí”. Jackman concluye: “Había un elemento de vida y muerte al respecto —sé que suena dramático, pero así fue como se sintió”.
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