El Baño del Diablo: cuando la historia es más terrible que la imaginación
- DroideTV
- 17 mar
- 2 Min. de lectura
Severin Fiala y Veronika Franz dirigen El Baño del Diablo, este drama basado en registros reales.

Actualmente se encuentra en cartelera El Baño del Diablo, una película austro-alemana dirigida por Veronika Franz y Severin Fala (Buenas Noches, Mamá) basada en registros reales de un fenómeno que ocurrió en Austria alrededor del siglo XVIII y que cobró la vida de al menos 400 inocentes.
La historia nos muestra a Agnes (Anja Plaschg) quien celebrará su boda con Wolf (David Scheid) y tiene la ilusión de convertirse en una buena esposa en su nuevo hogar, incluso bajo la vigilancia de su suegra (Maria Hofstätter). Previo a sus nupcias, una mujer es castigada por infanticidio y es expuesta en el bosque como advertencia. El matrimonio no es lo que Agnes esperaba, mientras trata de adaptarse a las costumbres del pueblo, oscuros pensamientos se apoderan de ella.
La cinta combina el drama histórico con el terror psicológico y una ambientación que nos recuerda al folk horror. Hay un esfuerzo a lo largo de la cinta para mostrarse lo más realista posible, desde los escenarios y los vestuarios, hasta lo que se muestra en cámara y la narrativa que toma, por lo que en ocasiones adquiere un ritmo bastante lento, apostando más por lo contemplativo. Eso sí, vale decir que la fotografía de Martin Gschlacht es casi un poema visual, entre panorámicas, picadas, las paletas de colores, pero también los close-ups a detalles que poco a poco van trazando el descenso a la locura.
La estética y ciertas decisiones artísticas recuerdan a La Bruja, pero con gigantescas diferencias, tanto en la época como en el abordaje. Aquí el realismo es la base sobre la cual se desata el peor de los horrores, mostrando una faceta brutal de la religión, junto a una concepción de la sociedad específica y una medicina en pañales que te hará valorar los avances sociales y científicos que se han tenido desde entonces.
Las tensiones que muestra la cinta se van mostrando de manera paulatina con cierta sensibilidad, aunque en algunos casos también resulte en momentos que rayan en lo cómico con los que podemos empatizar hoy en día. Anja Plaschg sostiene la trama con un rango actoral increíble que nos lleva a lo largo de la evolución (en este caso, involución) de Agnes, hasta el momento en el que ya no se tratan de gestos sutiles, sino de una pesadilla a toda regla.
En general, trata de una cinta que requiere mirarla con atención y apertura, ya que, dependiendo del bagaje personal, puede ofrecerte lecturas a distintos temas e incluso llega a ser hasta cierto punto un estudio de un personaje y una situación particular, pero también es entendible que el ritmo nos resulte poco familiar. Creo que es un filme que podría ser un excelente material didáctico sobre la historia de la salud mental, pero también un espacio de reflexión sobre la misma.

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