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Los que se quedan, un retrato sobre lazos imposibles en tiempos difíciles

Los que se quedan consiguió dos Globos de Oro por las actuaciones de Paul Giamatti y Da’Vine Joy Randolph

Los que se quedan

Esta semana se estrena Los que se quedan, una historia escrita por David Hemingson bajo la dirección de Alexander Payne (Una vida a lo grande, Los declaro marido y Larry) donde la comedia y el drama se entremezclan de una manera peculiar, una producción que tranquilamente podría encajar entre las películas navideñas, pero con preocupaciones que trascienden las celebraciones.


La cinta nos muestra a Paul Hunham (Paul Giamatti) un profesor de un internado privado que es odiado tanto por alumnos como maestros por la rigidez de su pensamiento. Paul se ve forzado a quedarse en la escuela durante las vacaciones de invierno para cuidar de un grupo de chicos que no tienen a donde ir, como Angus Tully (Dominic Sessa) al lado de algunos trabajadores, como Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph) cocinera de la escuela que recientemente perdió a su hijo en la guerra de Vietnam.


La película se toma su tiempo con un ritmo que se siente propio de un “recuento de vida”, viendo pasar la temporada de invierno, aunque ciertamente esta lentitud corresponde con el ánimo y la personalidad de los personajes, especialmente en lo que se refiere a Paul y Angus. La cinta nos muestra personas difíciles, reservadas con los otros a fin de protegerse a ellos mismos. Cada uno de los protagonistas está delicadamente definido entre capas, matices y luchas internas. Conforme avanza la película vamos descubriendo estos matices, de forma que este ritmo aletargado brinda cierto sentido de realismo a este propósito.


La fotografía de Eigil Bryld le aporta cierta sensación de nostalgia a la vez que aporta a la sensorialidad de la película, expresando la melancolía de sus personajes a través de tonos fríos y una paleta de colores con contrastes encantadores. A su vez, la música de Mark Orton tiene un tino adecuado para acentuar ciertas escenas en el amplio abanico de emociones que muestra la película.



Precisamente en este abanico es donde reluce el trabajo de los actores, especialmente del trío de Giamatti, Sessa y Randolph, quienes llevan la carga dramática de la cinta. Su dinámica es lo que hace que la película funcione y se sienta genuina, con escenarios hilarantes en los que no sabes qué es lo que vendrá después. No se trata de la típica película cursi donde las personas se abren y se vuelven amigos de por vida en un abrir y cerrar de ojos, si no de una historia con cierto cinismo y elocuencia que nos muestra como las personas solitarias van subiendo o bajando sus defensas conforme los otros van ganando su confianza.


En lo personal creo que es una propuesta sincera que sienta bien a las personas que sufren con la Navidad o han tenido malas experiencias en esas fechas, mostrando la perspectiva de aquellos que no tienen un lugar a donde ir, pero también la manera en que se pueden crear los lazos más improbables en situaciones descabelladas. Una película donde es difícil definir si se trata de la soledad o de la compañía y justo por eso se siente conocida y refrescante a la vez, rememorando dramas de hace tiempo, pero con su propio sello.


Si bien se trata de una película que va lento en un momento donde todo se busca instantáneo con un tono que puede gustar o desgradar rápidamente, sin duda tiene una ejecución interesante, sobre todo hacia la segunda mitad de la cinta, pues una vez que tiene todas las piezas en el tablero, es contundente. Una buena recomendación para reflexionar y conmoverse.


Andrea Rodriguez

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