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Oppenheimer: Christopher Nolan refleja con maestría la complejidad del Proyecto Manhattan

La cinta nos acerca a la mente del Padre de la Bomba Atómica de una manera tan poética como brutal.

Oppenheimer

Esta semana se estrenan dos de los grandes títulos del verano. En esta ocasión queremos hablar de Oppenheimer, la primera cinta de Christopher Nolan fuera de Warner, donde nos muestra la vida de J. Robert Oppenheimer, el físico que pasaría a la historia como el Padre de la Bomba Atómica y director del Proyecto Manhattan.


Basado en el libro Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer de Kai Bird y Martin J. Sherwin, el propio Nolan escribió el guión de esta ambiciosa película estelarizada por Cillian Murphy como Oppenheimer. Más que una biopic en el sentido estricto de la palabra, la cinta se centra en momentos concretos de la vida de Oppenheimer, desde los antecedentes que le provocarían más de un encuentro con el gobierno americano, su reclutamiento en el Proyecto Manhattan por parte del General Groves (Matt Damon) la relación con su esposa Kitty (Emily Blunt) la carrera para desarrollar la bomba atómica y, por supuesto, lo que ocurrió después, incluyendo sus tensiones con Lewis Strauss (Robert Downey Jr).


El amplio elenco incluye a talentos como Florence Pugh, Ben Safdie, Gary Oldman, Rami Malek, Josh Hartnett, Dane DeHaan, Jack Quaid entre otros. Si bien algunos papeles son breves, cada una de las actuaciones le va dando potencia al filme, no solo en el caso de Murphy que nos muestra las distintas facetas de Oppenheimer desde el científico apasionado hasta sus momentos más oscuros de arrepentimiento; Downey Jr como Strauss es una maravilla que nos lleva de la mano por las reglas del juego en la política norteamericana, mientras que Emily Blunt ayuda a mostrar los matices de Oppenheimer como persona, el dolor y la pasión que experimentaba tras bambalinas con su esposa como el testigo más mordaz.


En esta ocasión la música está a cargo de Ludwug Göransson (quien trabajó previamente con Nolan en Tenet) mientras Hoyte va Hoytema se encarga de la fotografía, dos grandes aspectos que le dan a la cinta un carácter más pronfundo del que estamos acostumbrados a esperar de una biopic. Por un lado, la música y el sonido nos llevan al mundo interno del científico, a la vez que nos anuncia aquello que sabemos que va a suceder, manteniendo la presión y el suspenso durante gran parte de la cinta.


Por otro lado, hay que reconocer el despliegue técnico utilizado en esta película, ya que incluso Kodak ayudó a crear la primera cinta para grabar en blanco y negro para IMAX a fin de que las escenas con este tratamiento (que de acuerdo a Nolan representan la parte objetiva de la historia) conservaran la misma calidad que las escenas a color. Las tomas panorámicas son asombrosas y sin duda vale la pena verlas en IMAX, pero lo que se hace para representar el mundo invisible que estudiaba Oppenheimer es realmente un viaje sensorial, especialmente durante el clímax de la película.



Ciertamente, es una película que le exige al espectador, no sólo por su duración de tres horas, sino por los detalles y la cantidad de nombres que van desfilando aquí y allá, discurriendo entre la época de gloria del físico durante el Proyecto Manhattan y la estrepitosa caída, que incluyó una audiencia donde se juzgó cada mínimo detalle de su vida, punto que Nolan aprovecha como punto de partida para contar su historia. Vale la pena documentarse un poco antes de ver la película o prestar bastante atención y estar listo para googlear bastante al terminar la función, aunque sin duda los amantes de la historia amarán el gesto de mostrar una historia orgánica, donde los personajes se van presentando de manera casual.


Para muchos el foco principal de la película es la proeza de Nolan para poder representar la Prueba Trinity (la primera detonación de la bomba atómica para probar su efectividad) de la forma en la que le gusta al director: sin recreaciones digitales. Si bien claramente es un punto clave en lo que refiere a lo visual, la cinta está construida de tal modo que lo más incendiario no es el hecho de detonar la bomba por sí mismo, sino toda la discusión alrededor, todas aquellas voces que buscaron evitar el ataque a Hiroshima y Nagasaki, así como la preocupación de la comunidad científica por la carrera armamentística que desató la bomba.


En cierta forma, Oppenheimer tiene varios puntos de contacto con Chernobyl en su búsqueda de comprender algunos de los episodios más oscuros en la historia de la humanidad. Pero donde Chernobyl nos habla del manejo de la verdad, Oppenheimer no sólo nos habla del manejo de la ciencia en situaciones poco (o nada) éticas, sino también del juego político alrededor y la manera en que la visión de los implicados puede ir variando desde el entusiasmo y la firme creencia de acabar con todas las guerras, hasta la culpa más profunda y el terror de lo que vendrá, sellado con aquella icónica frase “ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.


Nolan logra un balance entre lo técnico y creativo con la narración y el drama. Si bien se trata de una historia que va subiendo lentamente la temperatura y hay que ser agudo para seguir el hilo de algunos sucesos, se trata de un trabajo espectacular y una reflexión bastante completa alrededor del Padre de la Bomba Atómica.

Andrea Rodriguez

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