El Brutalista: 7 años fue lo que le tomó a Brady Corbet crear esta obra monumental
- DroideTV
- 8 feb
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Adrien Brody interpreta a un arquitecto buscando su lugar en el Estados Unidos posguerra en El Brutalista

Este fin de semana llega a las salas de cine mexicanas El Brutalista, una de las grandes favoritas para competir por el Oscar en 10 nominaciones diferentes, incluyendo Mejor Película, sin mencionar que la cinta ha traído de regreso el uso de los intermedios, pero que su duración de 3 horas y 35 minutos no te desmotive sin antes conocer más detalles de la cinta.
Dirigida por Brady Corbet, quien también elaboró el guión junto a Mona Fastvold, la cinta abarca 30 años en la vida de László Tóth (Adrien Brody) un arquitecto húngaro que logra emigrar a los Estados Unidos para hacer una nueva vida tras la guerra con la esperanza de que su esposa Erzsébet (Felicity Jones) y su sobrina (Raffey Cassidy) se encuentren a salvo y puedan reencontrarse. El talento de László capta la atención de un magnate, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce) quien le ofrece una oportunidad inesperada, sin saber el peso que conllevará tratar de lograr un legado en un país extranjero.
Uno de los grandes fuertes de la película son sus montajes, planos y las decisiones detrás de la lente que nos hará ver con otros ojos cada uno de los paisajes que muestra la cinta y colmarlos de distintos significados; más aún, es posible que mires los edificios a tu alrededor de una manera diferente y te surjan nuevas inquietudes al terminar la cinta. Personalmente, disfruté la escena de apertura, tan sólo la decisión sobre el plano y la manera en la que se nos presenta a László dice lo necesario para entender el tono y los temas a los que va la película.
A partir de esa escena inicial, la película no te suelta y te irá mostrando más y más paisajes, tomas y encuadres que rayan con lo surreal, lo fantástico y al mismo tiempo son tan sólidos como el material con los que están hechos. La fotografía de Lol Crawley y la dirección de Corbet hacen una buena mancuerna para hacer que cada momento signifique algo. Quizás no todos se mantendrán en tu memoria (y ciertamente resulta admirable cómo se las ingeniaron para que un proyecto tan largo mantuviera un estilo consistente) pero el conjunto te provocará algo una vez que se apaguen las luces.
También vale la pena mencionar la música de Daniel Blumberg, pocas películas contemporáneas logran crear una banda sonora que tenga un carácter e identidad tan bien delimitados y que tenga el potencial para permanecer en la memoria. El diálogo entre la cinta y la música se va tejiendo y reforzándose entre sí.
Si bien se agradece el intermedio y resulta de gran ayuda, te darás cuenta que el tiempo no se siente tanto en esta cinta. La historia abarca 30 años, pero es muy selectiva a la hora de decidir que mostrar, todo va enfocado hacia los temas que aborda la cinta, incluso las conversaciones más casuales. Así pues, algunos momentos son fugaces, mientras otros se toman el tiempo para generar ciertas impresiones, todo ello bien balanceado.
El elenco realmente se luce con sus actuaciones. En lo personal, la dupla de Brody y Pearce me parece lo más destacable, la manera en que su relación va evolucionando y tiene diferentes matices, pero también la dimensionalidad de cada uno. No obstante, también vale la pena reconocer a Jones y Cassidy, con papeles que no son las clásicas mujeres que apoyan ciegamente al protagonista, ambas tienen su carácter y nutren el discurso de la película de más de una forma.
Al igual que la obra de László, la cinta de Brody es monumental, el director se tomó el tiempo para investigar y adentrarse en el mundo de la arquitectura, tanto así que es fácil llegar a preguntarse si alguna vez existió László, especialmente con el epílogo de la cinta. No obstante, todo ello es obra de la documentación del equipo, así como la planeación y el trabajo arduo detrás. A pesar de su duración, su propuesta y su estilo, creo que es una película a la que es fácil acceder, es amable con el público, en el mejor sentido.
Por todo ello, me parece que sin duda es una película que vale la pena ver, especialmente por la manera en la que cuestiona la recepción de los inmigrantes, un discurso muy latente hoy en día que nos recuerda que algunas de las grandes obras que conocemos y los cambios que se han dado en la historia fueron concebidos por refugiados, exiliados y en general personas huyendo de la guerra. Una cinta muy completa para el público más exigente.

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