La escritora y periodista Magda Tagtachian se adentra a la historia de Armenia y la personal para compartir y reflexionar al respecto.
Magda es tercera generación de armenios en Argentina y trabajó en el diario Clarín durante veinte años y antes en las revistas Gente y Para Ti. En 2016, publicó “Nomeolvides Armenuhi, la historia de mi abuela armenia”, la trama del Genocidio Armenio narrado en la propia vida de su abuela. En 2018, recibió la distinción Hrant Dink, que entrega el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, por su labor en derechos humanos. Viajó a Armenia por primera vez en 2016 y regresó en 2018 para visitar a su familia soviética.
Platicamos con ella en entrevista sobre esta publicación de VeRa de VR Editoras llamada “Alma Armenia”
¿Cómo fue la concepción de esta novela?
Esta es mi segunda novela, la primera de ficción. La primera que escribí que se publicó en 2016 y se trataba de la historia de supervivencia del genocidio armenio por parte de mi abuela. Yo narraba como ella sobrevivió al genocidio que perpetraron los turcos sobre el pueblo armenio en 1915 y asesinaron millón y medio de armenios. La historia de cómo mi abuela había sobrevivido casi milagrosamente, la habían arrojado de un tren cuando tenía 7 años, estaba silenciada dentro de la familia, no estaba oculta pero era algo que había sido tan doloroso de atravesar que no se había contado familiar y abiertamente. Cuando fue el centenario de ese hecho, decidí indagar en mi familia, en la verdadera historia de mi abuela y así nació ese primer libro. A raíz de ello viajé a Armenia en busca de mi “familia perdida”. Los contacté para la investigación del primer libro pero después viajé dos veces más y ahí conocí de primera mano la cultura armenia, como es el modo de vivir. Es un país independiente desde que cayó la cortina de hierro pero tuvo 70 años de comunismo, de historia soviética y eso se ve en la cultura, en el carácter del pueblo armenio. Yo quería contar en una novela de ficción cómo vive el pueblo armenio hoy y particularmente a través de dos mujeres. Porque además quería contar una historia de amor.
¿Cómo fue el proceso de investigación y adentrarse en tu historia familiar?
Fue muy conmovedor. La primera vez que fui en 2016 la verdad es que no sabía que iba a escribir sobre la novela, sobre la ficción, lo fui incorporando de a poco. En ese primer viaje fui en un helicóptero militar a la zona de Armenia, que se mantiene en guerra con su vecina República de Azerbaiyán, aliada de Turquía. Volé junto a otros periodísticas junto a la región de Artsaj y cuando me subí nos dijeron que íbamos a volar a no más de 200 metros del nivel del piso porque por encima de eso nos podía derribar un misil o un dron. Y la verdad es que sentí mucho miedo, éramos cinco abordo pero en ese momento imaginé qué podía pasar si superáramos ese nivel y nos derribaban. Y con toda esa adrenalina en ese momento se empezó a escribir la novela en mi cabeza. Después en 2018 volví a Armenia y a este territorio, comencé a escribir la novela porque creo que eso fue muy determinante.
Por el lado del romance puedo decir es que no es una novela rosa, es una novela romántica real, es contemporánea, trata de la vida de una periodista que se llama Alma que nació en Boston, en el seno de una familia armenia. Ella trabaja en un periódico, se enamora de una persona totalmente contraindicada que hace negocios con Turquía y Azerbaiyán, pero que tiene mucha pasión. Después decide hacer un viaje hacia sus orígenes y allí conoce otro amor que la lleva a este lugar Artsaj, a este territorio en conflicto. Así se desata la segunda parte de la novela que tiene un ritmo realmente por momentos como thriller, con muchos géneros unidos, el romance, el suspenso, lo policial y la aventura y el viaje a Medio Oriente con los sabores, los olores, porque la novela es un viaje cultural también.
¿Qué te permitió proyectar de ti en estos personajes?
Yo utilice muchos aspectos de mi vida personal para crear a Alma. Utilicé mi carácter por ejemplo, pero no es para nada una biografía. Yo no viví todo lo que le pasa a ella, por suerte, porque hay situaciones muy dramáticas, muy extremas. Pero si quería contar la historia del pueblo armenio, cómo viven hoy y sobre todo los sobrevivientes del genocidio, que son millones y viven en todos los países. Además de Alma, su prima es otro personaje vital en la historia. Retrato cómo vive un armenio desde las afueras, en una cultura occidental en contraste con el Medio Oriente donde hay costumbres muy conservadoras, donde todavía el lugar de la mujer es muy secundario respecto al hombre. Además de la trama geopolítica todo ese contexto social y humano tan actual.
¿Qué es lo que más disfrutas de escribir ficción?
La ficción no tiene límite y eso cuando lo descubrí me di cuenta que es algo muy adictivo, con mucha adrenalina. Yo podía realmente hacer con los personajes lo que quisiera, darle vida, darle muerte y esa manipulación de los personajes, del carácter, de la vida, es realmente de las experiencias más intensas, más adictivas que he conocido. Me empezó a ocurrir desde más o menos llegando a la mitad de la novela que empecé a sentir esa adrenalina, de cuando ya los personajes están construidos y eres dueño de ellos y sientes que tú mismo puedes mover las piezas como en un tablero de ajedrez. Que por cierto es el deporte nacional de Armenia y es un rasgo muy distintivo y principal en el desarrollo de la trama.
¿Qué sentimiento te da verlo ahora en posesión de los lectores?
Es una emoción enorme, porque también me costó como autora, debo confesar, desprenderme de la novela ya que es como un hijo. En el primero la historia de mi abuela paso a ser de privada a un personaje público. A los autores nos cuesta desprendernos, pero cuando lo hacemos, porque para eso se trata al entregar la novela, ver como cada lector me hace sus comentarios es muy gratificante. En este caso me dicen que se interesan en la historia de Armenia y les impulsa a investigar más.
Creo que ese es el verdadero milagro de la literatura, de las historias, por eso escribimos, por eso leemos. Yo antes que autora digo que soy lectora y todas las veces que he leído obras que me han conmovido, he ido a buscar, he viajado con el libro hacia los lugares de la novela. Los libros están vivos y no porque nosotros los escribimos sino porque hay lectores que lo leen.
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