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Foto del escritorDroideTV

Necrohistorias: Carolina


René era un niño muy curioso, juguetón y travieso. Como cualquier niño de 7 años le gustaba jugar con sus amiguitos en la calle, jugar pelota, trepar a los árboles y andar en bicicleta. Gozaba ir a fiestas infantiles, sobre todo si había un brincolín inflable.


René era hijo único y el primer nieto de sus abuelos, por lo tanto lo cuidaban mucho y a el le encantaba ir a casa de sus abuelos. Pasaba las tardes viendo la televisión y comiendo papa fritas. Pero había un problema, algo que le daba mas miedo que la muerte misma: a él no le asustaba el coco, tampoco la oscuridad, ni lo se pudiera esconder debajo de su cama. Nada de esto le daba miedo, no, de ninguna manera, lo que le daba miedo, mucho pero mucho miedo estaba sentada en la cama de su abuela.


De ojos azules, un cabello rubio y rizado y sus mejillas rosadas. Vestida con un pequeño vestidito negro con lunares de colores y zapatitos blancos. Su nombre: Carolina. Ella era una muñeca de plástico que cierto tiempo atrás le habían regalado a su abuela. Sonreía, una sonrisa que a cualquiera lo resultaba tierna, pero a René le causaba pavor.

Cada vez que llegaba a casa de su abuela René cerraba la puerta de la habitación principal, pues el solo hecho de ver a la muñeca sentada en la cama le producía el peor de los nervios.


Trató de esconderla, de quemarla, de tirarle a la basura, trató de todo para deshacerse de ella pero siempre le descubrían. Pareciese que Carolina se negaba a irse.


Cada vez que su abuela mostraba a la gente su muñeca René sentía como si le observara a través de esos malignos ojos azules, como si el espíritu de un asesino estuviera dentro de ese cuerpo de plástico. Con el tiempo el miedo aumentó y a pesar de confesar su temor a sus padres y abuelos Carolina seguía en su sitio. Día con día sentía esos ojos azules posados en su nuca, dispuesta a atacarlo en cualquier instante y el pavor crecía.


Un día, René estaba en la sala viendo la televisión cuando por alguna razón volteó a la habitación de su abuela, no supo si sus ojos y su mente le jugaron una mala pasada, pero lo que vió casi hizo que la locura se apoderara de el. Carolina estaba sentada mirando hacia el, sus ojos ahora eran rojos, su rostro dibujaba una mueca grotesca y con su pequeña mano le saludaba. René intentó gritar pero el aire se le atoró en su garganta, intentó correr pero se mantuvo estático. La muñeca lo seguía mirando y él simplemente se desplomó en el sillón.


Cuando despertó Carolina había vuelto a su sitio, no supo si lo había imaginado o si lo había visto realmente.


Llorando y con la piel pálida por el tremendo susto, René acudió con su madre. Le rogó que ya jamás volvieran a esa casa, pues Carolina no era buena. Su madre preocupada intentó calmarla y después de un rato logró que se durmiera.


Pero lejos de calmarse y olvidar lo sucedido, las cosas empeoraron para René. Ahora no sólo la veía en casa de sus abuelos… ahora la veía en sus sueños. Cada noche se sentía acosado por esa diabólica figura de plástico, soñaba que se levantaba de donde estaba sentada y le seguía a todos lados. La veía parada en el umbral de su puerta, reflejada en las ventanas, a los pies de su cama, la veía por todas partes, maldiciéndolo, asustándolo, persiguiéndolo.


Cada noche era una pesadilla recurrente, René no lo podía soportar mas y decidió tirar de una vez por todas a Carolina. Se quedó a dormir en casa de sus abuelos y cuando todos estaban profundamente dormidos se levantó, tomó a la muñeca evitando verla a los ojos, salió sigiloso de la casa y depositó a Carolina en el contenedor de basura, se dio la vuelta y cuando estaba por entrar a la casa escuchó una risita a sus espaldas. Entró a toda carrera a la casa, no pudo dormir. Temprano en la mañana escuchó el camión recolector de basura acercarse, se asomó por la ventana y miró como tiraban a Carolina dentro del camión.


Todavía al alejarse, alcanzó a ver que entre la basura se asomaba la cabeza de Carolina, quien con una sonrisa burlona le decía adiós, como diciendo: “Nos volveremos a ver, René. Mas pronto de lo que piensas”.



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