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  • Foto del escritorDroideTV

Necrohistorias: Lilith


Siendo sincero, no me interesa lo que sienta la gente. Olvidé lo que era sentir cuando apareció en mi vida. Olvidé lo que era vivir, olvidé lo que era pensar.


Ni siquiera las veces que me le llevé a la cama a espaldas de mi esposa sentí remordimiento, ella siempre estaba ahí. Esa mirada sin luz alguna me hechiza, me seduce y me pone al descubierto mi lado mas oscuro de mi alma. Me importa poco que la gente me vea en los brazos de otra mujer que no es mi esposa, me importa poco que me califiquen de adúltero, sinvergüenza o demás adjetivos que la sociedad pone a quien no le es fiel a su conyugue.


Pero, ¿Cómo ser fiel ante tanta perfección?,¿Cómo conservar la castidad de la fidelidad jurada en el altar ante semejante cuerpo de musa griega?. No puedo, simplemente no puedo. El deseo es tan fuerte que me arrastra hasta sus pies y me obliga a sucumbir ante sus labios rojos como las llamas del infierno.


Se hace llamar Lilith, ya la conocía desde hace tiempo, y no solo eso, me había estado siguiendo. Fue a mi boda, estoy seguro que ella estaba sentada en una de las bancas centrales. Vestía un vestido negro de encaje rojo, guantes mas arriba de los codos y su cabello caía seductoramente bajo los hombros. Su escote pronunciado dejaba ver unos senos perfectos, su piel nívea me atrajo tanto que no escuché los votos de la bestia con la que me estaba casando. Hubiese preferido que ella estuviera ahora dándome la mano en ese altar. Durante la fiesta se me acercó, se presentó como Lilith y me invitó una copa. Entre las risas y las bromas con respecto a los invitados y, por supuesto, hacía mi “esposa” fui cayendo poco a poco en sus encantos. Su voz seductora penetró en mis oídos y casi podía bailar ante las notas de sus palabras. Jamás había visto una mujer como ella, me dijo que me conocía por mis libros de terror publicados ya hacía tiempo atrás. Me dijo que la fascinó la historia de “La Venganza”, siempre pensó que los muertos se vengan de quienes tanto daño les hicieron en vida.


No diferenciamos mucho en cuanto a nuestra manera de pensar, pues a ambos nos atrae lo oscuro y lo macabro. Jamás disfrute de la plática sobre magia, aquelarres o satanismo con mi esposa. Ella, como buena mocha, decía que esas cosas solo la alejan del Señor y de su Iglesia. Pobre ilusa. Lilith era diferente, ella era una experta en todo lo que tiene que ver con el esoterismo y oscurantismo. Gocé al hablar de ella sobre los demonios que había y alabé que tuviera el nombre de una demonesa muy poderosa, seductora y lasciva. Sin mas ni más nos desaparecimos de la fiesta, nos fuimos al jardín mas profundo del salón y por vez primera nos entregamos a la pasión. Sus pechos perfectos me excitaron tanto que me olvidé de la luna de miel y me fingí enfermo para solo estar con ella. Lilith tenía que ser mía aunque fuese lo último que hiciera.


Los días pasaron, cada semana le visitaba en su departamento con la excusa de que tenía que ver a un amigo que hacía muchos años que no le veía, me salía de mi casa donde tenía que aguantar al bulto de carne de mi esposa, para llegar a los brazos de mi amada, de mi musa, mi princesa gótica y mi muñeca muerta viviente. Cada vez que entraba a su departamento moría de ganas por hacerla mia, juegos eróticos con frutas de la pasión despertaban a la bestia lasciva que había en mi corazón.


Oh Lilith, ojalá hubiera una manera de deshacerme de la puerca de mi mujer y casarme contigo con todas las de la ley, no hay mujer mas perfecta en el mundo que tu, ese maldito cerdo que me espera en mi casa es un emplasto comparado contigo, un ente sin ninguna gracia que posees tu mi amada Lilith.


Un día estando desnudos en su cama me propuso casarnos de una vez por todas, pues estaba harta de ser la segunda.

-Te amo, y quiero pasar mi vida a tu lado. Me dijo al oído.

-Lo se, yo también te amo. Solo hay un maldito obstáculo en mi vida. Contesté lleno de rabia al llegar la imagen pútrida de mi mujer a mis recuerdos.

-¿Qué tal si nos deshacemos de ella?. Me dijo de pronto.

-¿Cómo? Es imposible que me de el divorcio, ella no cree en eso.

-No dije que te divorciaras..


La miré con una expresión de sorpresa en mi rostro, nunca me imaginé que ella me dijera tal cosa. Pero con tal de que ese bodrio desapareciera, haría cualquier cosa.

-Es importante que me escuches. No le mataremos, eso sería un suicidio. Pero a cambio de que te cases conmigo, haré que se quite de en medio para siempre- dijo Lilith con la maldad dibujada en sus ojos.

-Te escucho- contesté….

Una semana después, durante la luna llena, llegué a casa después de un día pesado de trabajo. Mi “esposa” me recibió con una sonrisa.

-¿Qué tal tu dia amor?- preguntó acercándose para darme un beso el cual esquivé por completo, evité aspirar su fétido aliento.

-Déjame en paz- le dije en tono venenoso y me dirigí a la habitación principal.


Durante la cena no le dirigí palabra alguna, solamente esperaba a que se cumplieran las doce de la noche para que Lilith llegara y cumpliéramos el plan que habíamos trazado una semana antes. Por fin quitaría a esta perra de en medio y viviría feliz al lado de mi amada Lilith.


Cuando el reloj marcó las 11:30 dije que tenía sueño y me fui a mi habitación, mi “esposa” se quedó en la sala leyendo su patético libro sobre religión y como adorar a Dios. Que tontería.


Entré a la habitación y cerré la puerta con seguro, era hora de hacer mi parte del plan para que mi amada musa lo concluyera. En una bolsa negra que había escondido en una esquina del closet, dentro se hallaban velas, cirios, rosas y una copa extraña de oro con símbolos igual de raros bordados alrededor. Acomodé todo en el tocador de el bodrio y puse la copa en medio de dos cirios, saqué el último objeto que estaba dentro de la bolsa, un cuchillo de obsidiana muy antiguo, Lilith me dijo que había estado en su familia por años y que esa noche lo íbamos a utilizar.


Lo puse frente a la copa y acomodé los cirios en cada esquina de la habitación y las velas en el suelo. Estaba tan absorto en mi trabajo que me sobresalté al escuchar unos toquidos por la ventana de mi balcón, era Lilith.


Abrí la puerta corrediza y ella entró, la imagen que tenía ante mi me dejo extasiado: Lilith soltó su cabellera y le caía por debajo de los hombros, vestía un vestido negro con encaje rojo y guantes negros, el escote dejaba ver mas allá de lo que un hombre esta dispuesto a soportar antes de caer en la tentación de la lujuria.

-Es hora amado mio- me dijo. –Enciende los cirios-


Uno a uno encendí las gruesas velas que iluminaron la estancia tenuemente, en eso estaba cuando apareció Lilith en la puerta llevando a mi esposa de la mano.

-¿Qué es todo esto Rafael?- me dijo con tono asustado. -¿Quién es ella?-

-¡¡Silencio!!- Lilith la abofeteo. El rostro de mi esposa se hinchó a causa de los golpes recibidos. –Ésta es tu última noche con vida, zorra- le dijo Lilith –Rafael y yo te queremos quitar de en medio, porque nos amamos cerda-

Los ojos de mi esposa se desorbitaron.

-¡¡Ayúdame!!- me gritaba. Pero yo permanecí inmóvil en mi sitio. Amaba tanto a Lilith que estaba dispuesto a todo con tal de casarme con ella. No me importo las súplicas de la cerda, simplemente quería que terminara.

-El cuchillo- me dijo Lilith extendiendo su mano.

Tomé el arma y la puse en su palma. –Mátala- la apure.


Con ojos cargados de odio, Lilith abrió las venas de mi esposa. Ella gritó, pataleó y suplicó.

-¡Pronto, la copa!- me dijo Lilith, le di la copa y ella la lleno con la sangre de mi esposa.

-Esto es solo el principio- dijo. Dejó la copa a un lado y me miró. Con una sonrisa seductora me mostró sus blancos dientes, esa sonrisa que cada arrebato me enloquecía ahora dibujaba un par de filosos colmillos. Lilith lanzó una sonora carcajada y mordió el cuello de mi esposa. Ella gritó mientras Lilith chupaba la sangre de la yugular, una que otra gota traviesa escurría pero eso no parecía importarle. Succionó y succionó hasta que se sació por completo y entonces dejó caer a lo que ya era un cuerpo sin vida en el suelo.


Me miró, y a pesar de la sangre en su boca, me pareció mas bella que nunca.

-Ven Rafael, Ven amado mío- me dijo extendiendo su mano mientras con la otra tomaba la copa. –Bebe esto, y cuando lo termines serás lo que yo soy, verás lo que yo veo y sentirás lo que yo siento. Y entonces, solo entonces, podremos estar juntos por siempre, como guardianes de las tinieblas.


No lo dude ni un segundo, tomé la copa y bebí hasta la última gota de la sangre de la puerca. Cuando se terminó sentí como si un rayo me partiera en dos, un dolor que venia desde mi interior me hizo gritar, me quemaba por dentro. Me retorcí de dolor en el piso mientras Lilith solo me observaba. Pasaron varios minutos antes de que me recobrara. Jadeando me puse de pie, ahora era otro, a pesar de ser de noche veía mejor que en el día, mi cuerpo lo sentía mas resistente y mis oídos mas agudos.

-Ahora puedes caminar como uno de los míos Rafael. Ven, toma mi mano mi amor y caminemos juntos por toda la eternidad- dijo con una voz tan dulce que no pude resistirme.


Tomé su mano enguantada y nos dirigimos a la ventana, ambos saltamos y desplegamos nuestras alas de criaturas de la noche.

Ahora viviría con ella por siempre…Mi Amada Lilith.



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