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Necrohistorias: El Expresso al infierno



Ficción por Alex de Angmar


Laura era una mujer que viajaba mucho, por su trabajo como diseñadora de modas tenía la obligación de viajar a distintas partes del mundo. Pero a donde más disfrutaba viajar era a Europa, pues ella la consideraba la cuna de la moda y donde los mejores diseñadores radicaban. A Laura, en Europa, le fastidiaba viajar en avión, pues prefería los medios de transporte mas anticuados: El Tren y El Barco. Pero sobre todo prefería viajar en tren, le relajaba el sonido de las vías férreas y el movimiento lineal de los vagones. Le gustaba leer mientras gozaba el paisaje a través de su ventanilla, escuchaba su iPod, y pensaba miles de pequeños sueños.


Laura era felizmente soltera, sabía lo difícil que sería mantener una relación debido a sus constantes salidas, así que no se molestaba en tener una relación a esas alturas, mucho menos tener hijos, exigía tiempo que no tenía.


En uno de sus tantos viajes a Paría, Laura había tenido otro exitoso desfile de modas en el patio del museo del Louvre y tuvo el lanzamiento de su línea de ropa “Princess Dream” recibida con un éxito rotundo. Este desfile le trajo a Laura una victoria mas. Cuando hubo terminado la celebración se apresuró a ir a su hotel por su equipaje, pues tenía que tomar el tren hacía Londres para otro desfile de modas. Este desfile era el más importante del año, se llevaría a cano en “Stamford Bridge” el estadio del equipo de primera división de fútbol Chelsea. Sabía que el campo sería convertido en una pasarela y las gradas y butacas para espectadores de la buena moda y diseñadores de talla mundial.


Se sentía nerviosa, pues quería que todo fuese perfecto, no habría lugar para el mas mínimo error así que ella misma supervisaría todo antes de que empezara el desfile. Empacó sus cosas y salió rumbo a la estación de trenes, en el camino sacó su boleto del Expreso de Oriente y lo mantuvo preparado para abordar el tren. Cuando arribó a la estación, se fue directo al andén para esperar su tren. Había poca gente pues ya era algo tarde, eran las 12:45 de la madrugada y también los empleados estaban escasos. Se sentó en una banca de madera y sacó su blog de dibujo, ideó un nuevo modelo de vestido y pensó lanzarlo un mes después. Un tren arribó a la estación, pero no era el de Laura. La gente hizo una fila para abordarlo. Cuando partió, el andén quedó semi vacío a excepción de ella y unas cuantas familias.


Después de quince minutos arribó otro tren, pero tampoco era el de Laura, las últimas personas que la acompañaban en el andén subieron al pesado transporte y se fueron. Ahora solo quedaba ella en la estación, el silencio absoluto hizo que le recorriera un tremendo escalofrío por toda la espina dorsal. Se extrañó de que su tren no llegara y el pendiente la dominó, temía no estar a tiempo para si pasarela, a su remate en el lujoso edificio de su carrera. Comenzó a caminar de un lado a otro, impaciente por la tardanza del expreso, y no se arriesgó a buscar a algún empleado, porque si en ese rato arribaba el tren seguramente lo perdería. Así que esperó.


Ya eran las 2:06 cuando vió a lo lejos una pequeña luz acercarse a la estación, Laura respiró aliviada, con suerte llegaría a Londres a las seis de la mañana para supervisar el montaje de la pasarela en Stamford Bridge. La locomotora se acercó y se detuvo frente a Laura, no era el expreso de oriente, era un tren que se veía viejo, casi de los años cuarenta, algunas partes se notaban oxidadas y los vagones deteriorados. A pesar de eso había gente asomando las caras anunciando que era un medio de transporte.

-¡Señores pasajeros, directo a Londres. Suban al tren!- anunciaba el boletero.

Laura se extrañó, pues no era el expreso de oriente.


-Disculpe señor- dijo dirigiéndose al boletero. -¿Qué ha pasado con el Expreso de Oriente?. Verá, yo voy a Londres, pero no tengo boleto para este tren.-

-El Expreso está indispuesto, señorita. Pero con todo gusto le recibiré su boleto y la llevaremos a Londres.- contestó cortésmente el hombre.


Dudó un instante, pero le urgía llegar cuanto antes a Londres así que tomó su equipaje y, aún dudando un poco, abordó el tren. Le fue asignado uno de los cuartos mas lujosos del viejo tren y ella se sentó a descansar un poco antes de llegar a hacer corajes.

El pesado vehículo de hierro comenzó a moverse y Laura se relajó un poco mas y se dispuso a dormir en lo que arribaba a Londres. Quizá había pasado poco mas de una hora cuando Laura se sobresaltó, el tren se había sacudido de una manera muy brusca, el sueño se le voló y no pudo volverlo a conciliar, así que mejor miró por la ventana. Afuera estaba muy oscuro, no alcanzaba a ver mas allá de las tenues luces que salían de los vagones. El tren seguía su marcha sin desviarse, y todo estaba muy callado, lo atribuyó a que los pasajeros dormían.


De repente un ruido llamó su atención, pareciera como si algo estuviera arañando la pared del compartimiento de junto, el ruido le resultaba incómodo y dio tres toquidos a la pared de madera; el ruido cesó y la tranquilidad volvió a reinar. Laura se volvió a acomodar para tratar de volver a dormir. Pasado un rato el mismo ruido la hizo sobresaltar, de nuevo arañaban la pared, no lo soportó mas y salió a callar a quien estuviera provocando ese fatal ruido, fue al compartimiento contiguo y abrió la puerta, para su sorpresa estaba vacío y ella pensó que el bromista se había ido para esconderse de ella.


No estaba dispuesta a que le tomaran el pelo, así que fue a buscar al boletero para acusar a quien resultara responsable, recorrió los pasillos del lujoso tren en busca de aquel hombre y cuidando no molestar a los demás pasajeros. El silencio era muy pesado que podía oír los latidos de su corazón y el sonido de los rieles muy lejano, caminó cuidando no caer y mirando por curiosidad a la ventana: la gente dormía plácidamente en sus compartimientos. Sin tener éxito en su búsqueda Laura regresó a su asiento, trató de relajarse y prepararse emocionalmente para su desfile. De nuevo los arañazos en la pared, pero esta vez ella estalló:


-¡Cállate maldita sea!- gritó arrojando su bolsa de mano contra la pared. -¡Cállate imbécil!-


Hubo un momento de silencio y después un fuerte golpe en la pared, se asustó tanto que salió de su compartimiento y se asomó al de a lado, no había nadie, entró esperando hallar escondido al responsable de tan mala noche, buscó debajo de los asientos, en el maletero y no había nada. Se quedó quieta pensando un momento, cuando otro fuerte golpe se escuchó, esta vez del lado del compartimiento donde ella estaba. Pegó un grito y salió corriendo del vagón. Quería llegar a la locomotora para hablar con el conductor, no quería terminar el viaje sola.


Entró al siguiente vagón, estaba oscuro, a tientas se abrió paso.


-¿Hola?- llamó esperando una respuesta, pero nadie respondió. Tropezó con lo que parecía ser un saco, pero no logró ver nada. Siguió caminando, de repente un fuerte olor se dejó sentir, olía horrible, como a huevos podridos. Casi vomita, se aguantó tanto como pudo y caminó aprisa. Sin saber como llegó a la puerta del vagón, la abrió y pasó al siguiente. Una tenue luz iluminaba el pasillo, se escuchaban murmullos. Laura llena de terror siguió avanzando, de los compartimientos salía luces intermitentes de color rojo, sin resistir la curiosidad se asomó para ver lo que había dentro.


Había allí unas personas arrodilladas, como rezando, no se les entendía nada; intentó llamar su atención y tocó el vidrio. Un grito salió de su garganta, detrás del cristal esas personas no tenían ojos, ni nariz, golpeaban desesperadamente la puerta tratando de salir. Laura llorando emprendió la carrera por el pasillo que parecía que no tuviera fon. A su paso se topaba con gente mutilada que con gemidos clamaban su ayuda. No se detuvo para nada ni por nadie, solo quería salir de allí.


Cuando por fin topó con la puerta del siguiente vagón la abrió con desesperación, envuelta en llanto cerró la puerta tras de si y puso el seguro. Ese vagón lucía mucho mas tranquilo, pensó que todo había sido producto de su imaginación y caminó por el pasillo. Todas las habitaciones estaban cerradas, excepto una. Estaba abierta de par en par y desde dentro emanaba una luz muy fuerte. Laura poco a poco se acercó y se asomó.


Dentro había una señora de edad sentada en el sillón.

-Hola, Laura- la saludó.

-¿Cómo sabe mi nombre?- preguntó asustada.

-Sé muchas cosas de ti-

-¿Quién es usted?-.


La dama misteriosa se levantó, Laura no podía verle el rostro, lo tenía cubierto con un denso velo blanco.

-Te conozco más que a ti misma Laura Elizabeth- le dijo llamándola por su nombre completo.

-No soy diferente a una pariente tuya-.


La mujer extendió su brazo dejando ver una mano descarnada, Laura gritó y se echó para atrás, el movimiento del tren casi le hizo caer.


La mujer se quitó el velo revelando el rostro de la madre de Laura, muerta hacía dos años de un violento cáncer.

-Hija, por fin estaremos juntas-

-¡No!. ¡Tú estás muerta!- vociferó Laura

-Y pronto tu también, a donde vamos solo hay tormento. A donde va este tren es al sufrimiento eterno y fui enviada e llevarte conmigo- dijo la mujer.

-¡No!- Laura se levantó y corrió hacia le otro vagón. Entró sin vacilar en él, parecía normal excepto porque las puertas estaban caídas, las ventanas rotas y la madera vuelta astillas.


Caminó con cuidado de no lastimarse, había silencio, no se escuchaba excepto los rieles del tren. Laura respiró hondo tratando de calmarse, sintió que el tren ganaba velocidad, como si bajaran por una pendiente, más y más velocidad, tuvo que sujetarse para no caer, el tren iba cada vez mas rápido. Sin más se dejó escuchar un estruendo parecido al de un trueno, pero esto fue como si hubiese caído dentro del tren. Una tremenda sacudida derribó a Laura y un calor abrasador se sintió en el vagón. El sudor escurrió por su cara y empapó su blusa, ¿qué era aquello?, no sabía donde estaba. Un eco de llanto se escuchó a lo lejos, Laura se estremeció al oír aquello. Lamentos desgarradores podía escuchar, y sintió como el terror hacía presa de ella.


Poco a poco se levantó y caminó por el extenso vagón, también era largo y parecía no tener fin. Detrás de los cristales de los compartimientos no podía ver mas que negrura, no había nada, solo el vacío. Avanzó un poco mas, escuchó claramente el llanto de un bebé, se asomó a la ventana y vió a su madre acunándola en la mecedora. Caminó un poco mas y en el siguiente se vió jugando en al jardín de su casa, su cumpleaños, su graduación, momentos felices. Pero a partir del séptimo compartimiento la perspectiva cambió, vió cuando su padre la golpeaba a ella y a su madre, cuando no pudo salvar a su mejor amiga de morir atropellada, cuando uno de sus novios quiso abusar de ella.


Muchos recuerdos de dolor que parecían más que los buenos, lloró, maldijo, pateó y su alma cayó en una profunda tristeza.

-¿Señorita?- sonó una voz. Laura levantó la cabeza: era el boletero.

-Señor, ¿qué pasa con este tren?- preguntó Laura.-

-¡Ah, niña!. Este tren es de los condenados al castigo eterno. Y tú, ingenua mortal, has subido en él- . En ese momento el tren comenzó a disminuir la velocidad.

-Eso que oyes son las almas condenadas, luchando y rogando por no tener el destino que les depara- la forma del hombre comenzó a cambiar, ahora tenía pezuñas, cola y cuernos.

-¿Quién es usted?- preguntó Laura

-Soy el juez, el que decidirá tu destino. Soy Minos- contestó.

-¿Y a donde voy?- insistió Laura

-Jajajaja. Por lo visto no entiendes nada mortal. Eres escéptica y estúpida- El tren frenó por completo, Minos tomó a Laura y la condujo a la puerta por donde había abordado.


Fuera se veía negrura, y ahora si el silencio era absoluto.

-¿Dónde estamos?- preguntó asustada

-En el único lugar al que jamás querrías entrar… ¡El Infierno!- contestó Minos abriendo la puerta.


Las llamas que entraron quemaron a Laura, gritaba y se sacudía. La risa del príncipe de las tinieblas se escuchaba tétrica en todos lados. Las almas perdidas comenzaron a salir del tren en una cascada lúgubre. Las manos descarnadas arrastraron a Laura, ella se aferró a la puerta negándose a caer.


-¡Te condeno a morir quemada a fuego lento, y cuando mueras, resucitarás y morirás de nuevo por toda la eternidad!- le dijo Minos pisando sus manos obligándola a soltarse.

Las almas arrastraron a Laura hacía el abismo, mientras su piel se carbonizaba poco a poco caía en las llamas perpetuas. Minos cerró la puerta, sellando el pavoroso destino de Laura. Sus gritos se fueron apagando hasta perderse en las llamas del averno.



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